Cómo un “cura sudaka”, calificado de “comunista”, odiado por sus compatriotas y resistido por el ala conservadora de la Iglesia, llegó a ser una figura trascendental para el catolicismo y considerado el Papa de todos.
No sabemos qué van a decir los libros de historia en el futuro, pero no hay lugar a dudas de la importancia que tuvo el Papa Francisco para la historia de la Humanidad, ni aún menos para la de Argentina. No pasó inadvertido, ni mucho menos su obra. Seguramente se usará el termino, «el Papa de todos» o «El Papa de los Pobres». Pero, por qué “un cura” hoy se convierte en una figura tan relevante, incluso para quienes no comulgan con la filosofía religiosa. Porque, tras la muerte, he escuchado y leído más agnósticos, y hasta ateos, hablando bien de la figura de un Papa.
Por los valores.
Si alguien te contara la historia de una persona que luchó de forma aguerrida contra el poder de la economía, que proponía un modelo colectivista, de un poder horizontal entre pares, de repartir entre los pobres, de curar de manera no comercial, seguramente estarías diciendo que se trata de algún “maldito comunista” y no de Jesús de Nazaret.
Recordemos que fue el propio Jesús que pedía escindir a la religión del comercio al asegurar que hay que dar “al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”, que repartió peces entre los que tenían hambre y curó sin cobra nada cambio. No es que esté comparando a Bergoglio con Jesús, pero algo parecido hay.
Cuando asumió Francisco el 13 de marzo de 2013, sorprendió a propios y extraños. En la argentina hubo una revolución de júbilo, en especial por parte de las personas más religiosas, las mismas que apenas unos años más tarde comenzaron a putearlo por pensar como “peronista”. Algo raro, por cierto, porque en ningún momento propuso llevar al peronismo al Vaticano.

Lo único que hizo, el Papa de todos, fue encumbrar valores que el tipo más importante del cristianismo ya había puesto en vigor para la religión y que, por razones de poder, en el tiempo quedaron como meros conceptos. Porque seamos honestos, la Iglesia Católica Apostólica Romana, no ha sido una institución que se haya apegado demasiado a la filosofía cristiana.
Peroncho
Haber acusado de “peroncho” o de comunista al Papa Francisco, no solo es de una gran injusticia; sino que es absolutamente desacertado. En una ocasión, creo que era a Jorge Fontevecchia, quien le preguntó “¿Es usted peronista?”; y Francisco le respondió con un manifiesto encono “Me pregunta si soy peronista, como si me preguntara si soy leproso”. Una respuesta brillante. Porque, en realidad, históricamente Jorge Bergoglio no era de extracción peronista, sino más bien de origen radical. Pero nunca aportó en política partidaria. Era algo de su familia.
El problema, más allá de todo lo malo que podamos pensar del peronismo, que da para otro análisis, el Papa Francisco ha puesto en discusión a los “valores cristianos”, los que ponen en el centro al ser humano en el contexto de una idea de la existencia de un Dios Todopoderoso. En el cual no se exige la aceptación de la pobreza y propone una lucha para aniquilarla, donde el valor de educación plural debe ser para todos, en el que no existen prerrogativas por una posición de poder.
Un Papa que puso de manifiesto que todo aquello que pretende reducir al hombre a una mera pieza de ensamblaje en la maquinaria del poder, está mal. Pero no son valores políticos. Son valores religiosos, que algunos sectores sociales, al no ser religiosos, enarbola como valores políticos. Esa es la confusión.
Una mera reducción a “es mi enemigo político, por pensar como un comunista”. Y no estoy diciendo que el comunismo esté bien, todo lo contrario. Es que se le asignan valores que en realidad tampoco los ha tenido cuando era un régimen en vigencia, ni aún menos como idea política. El comunismo odiaba a la institución iglesia. Ya, Carl Marx decía que “la religión es el opio de los pueblos”.
El papa de todos
Es por ello que, más allá de la insistencia de tratar de llevar a las personas al camino de Dios, lo que hizo fue mostrar una obra que empatiza con los ideales de las personas de bien. Las que predican la solidaridad, sin ser religiosos. Los que exigíamos que los curas pedófilos sean condenados, que preferimos una sociedad más cercana a los buenos valores de la vida, y no al precio de todo.
Francisco, luego de observar su vida antes de ser el Papa de todos, ya pensaba bastante parecido. Pero supo llevar su cargo entendiendo que la iglesia no es solamente para un sector, sino para todos. Pero, no dejó pasar oportunidad para demostrar que existen valores cristianos que se conectan con los valores de las buenas personas. Las que no odian al otro por pensar distinto.
Que no ponen el dinero por encima de todo. Donde la solidaridad es un valor primordial. Donde, bajo las verdaderas “fuerzas del cielo” somos todos iguales y; fundamentalmente, que “la única forma en la que se debe mirar a otro desde arriba, es cuando vas a ayudarlo a levantarse”. Es por ello que, no hay dudas que fue el Papa de todos. Los que son religiosos, y los que no.